8/3/2010, Autor:
Esteban de Quintana, lecturas: 16038
Aunque no esperaba encontrar ninguna sorda, salí al monte, práctica obligada si quiero tener los perros preparados para cuando vengan.
Decidí sacar al viejo un rato, tiene 13 años y ya no esta para cazar y el motivo no era preparar la temporada, no había más motivo que dar un paseo con un viejo amigo. Fuimos a una mata que cazo desde crío y que él conoce como yo. Una vez allí empezó a buscar de querencia en querencia, esta regata la miro, esto no, Uf, si aquí no hay peón… Nada le dije, ni una llamada, ni un ánimo, nada hay que decir, solo verle cazar el ratuco que pueda.
Con esa costumbre que tienen los perros de buscar donde encontraron, de alegrar la búsqueda en ese rincón donde las mostraron, cuando la nariz al viento, cuando al suelo, moviendo el rabo como si hubiera un peón, donde solo había recuerdos.
Recuerdos que fueron inundado mi mente, de perros, amigos, familiares y caza. Recordé lances y anécdotas vividas, con perros viejos que ya no pueden cazar, con perros que ya no están y con compañeros de caza en la misma situación. Vivencias sin las que no cazaría como cazo, vivencias sin las que no sería como soy.
El viejo no tardó en decirme: “ni las hay ni puedo más”. Así que me senté y enseguida se acercó, me puse a acariciarle, y estuve con los ojos húmedos acariciando a mi perro y a mis recuerdos.
Al rato le dije: “vamos viejo”, tengo que sacar a los otros.
Sirva este mensaje como homenaje a los viejos, a los que ya no están, a los míos y a los de ustedes.
Un abrazo y buena caza.